lunes, 1 de abril de 2013

TERCERA TAREA


Había una vez un niño llamado Rubén que se encontró una barrita de grafito envuelta en un cilindro o prisma de madera que sirve para dibujar o escribir. Pero para saber cómo pasó esto, dice así:
Hoy le ha pasado a Rubén una cosa estupenda. Cuando se dirigía al colegio por la mañana, dando patadas a una porción de roca de regular tamaño desprendida naturalmente o extraída de ella, como siempre, se fijó en algo que asomaba bajo un  carruaje de cuatro ruedas donde hay asientos para dos o más personas aparcado junto a la acera. Rubén se agachó para verlo mejor y dijo: ¡Está un poco desgastado pero parece bonito! y metiéndoselo en el bolsillo de la prenda de vestir, ceñida al cuerpo en la cintura que baja cubriendo separadamente cada pierna, generalmente hasta los pies, continuó su camino al colegio silbando tranquilamente.
Ya en el recreo, Rubén se acordó del lápiz y lo buscó en el bolsillo… ¡No estaba! y pensó: 
¡Qué raro! ¡No tengo ningún agujero!  después miró por el suelo y buscó por todas partes pero  tampoco estaba. Cuando terminó el recreo y volvió a clase, algo llamó la atención de Rubén. Encima del
mueble compuesto por una tabla lisa sostenida por uno o varios pies  estaba un bloc con un precioso dibujo en una de sus hojas. El lapicero descansaba al lado del bloc y el estuche de pinturas estaba un poco revuelto. ¿Has hecho tu esto? le preguntó bajito al lápiz mientras lo sostenía en la palma del órgano específico del tacto y de la acción, que comprende desde la muñeca hasta los dedos. El lápiz permanecía inmóvil y Rubén nunca llegó a saberlo, pero de vez en cuando algún nuevo dibujo aparece sobre su mesa, y el lapicero cada vez es más pequeño. Por eso, Rubén ha decidido ponerle una tapa en la punta, ya que no quiere que se le gaste más.



Chicos habéis hecho muy bien esta actividad. ¡Enhorabuena!

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